Entre el ruido de las máquinas y el polvo que se levanta en el aire, la vieja Plaza de Toros Fermín Espinosa “Armillita”, en Saltillo, Coahuila, comenzó a desaparecer.
Las gradas de concreto, que alguna vez reunieron a miles de personas, hoy son montones de escombro.
Tras 33 años de existencia, el histórico recinto taurino será demolido para dar paso al Centro de Convenciones Expo Coahuila, un proyecto que forma parte del plan de infraestructura del gobierno estatal.
Comienzan los trabajos de demolición
Los trabajos iniciaron la semana pasada en los terrenos de la Feria de Saltillo, al oriente de la ciudad. Ahí, cuadrillas de trabajadores desmantelan estructuras metálicas, muros y zonas de acceso, bajo la supervisión de maquinaria pesada que opera durante todo el día.
La obra está incluida dentro del programa de desarrollo urbano impulsado por el gobernador Manolo Jiménez, que busca modernizar espacios públicos y atraer eventos de gran formato.
El proyecto contempla la construcción de un fórum y un espacio multiusos con capacidad para entre seis mil y doce mil personas. También incluirá el Domo Norte, un recinto techado para rodeos semiprofesionales, exhibiciones ecuestres, ferias gastronómicas y vinícolas. La intención es que el nuevo complejo sea un punto de encuentro para exposiciones, congresos y conciertos.
Nace una plaza para revivir la tradición taurina
La Plaza de Toros Fermín Espinosa “Armillita” fue inaugurada el 8 de agosto de 1992, en un periodo en el que Saltillo buscaba recuperar su tradición taurina.
El proyecto fue impulsado por un grupo de empresarios encabezados por el ganadero y político Armando Guadiana, quien murió en 2023. La intención era construir un recinto moderno y cómodo, capaz de albergar corridas de alto nivel.
El diseño arquitectónico ofrecía espacio para ocho mil espectadores, con gradas amplias, palcos, tendidos numerados y zonas de sombra. La inauguración fue encabezada por Curro Rivera, Miguel Espinosa “Armillita” y Alejandro Silveti, con toros de la ganadería Real de Saltillo.
Tardes de gloria y tradición familiar
Durante los primeros años, el sitio fue escenario de tardes recordadas por los aficionados. Por su ruedo pasaron Eloy Cavazos, David Silveti, Joselito Adame, Arturo Macías “El Cejas”, Alejandro Amaya, Fermín Espinosa “Armillita IV” y el rejoneador Pablo Hermoso de Mendoza.
Cada presentación convocaba a familias enteras que llegaban desde distintos puntos del estado. En los alrededores se montaban puestos de comida, venta de flores y recuerdos, mientras los vendedores ofrecían sombreros, abanicos o revistas taurinas.
La tauromaquia pierde terreno
Con el paso de los años, la asistencia comenzó a disminuir. La tauromaquia empezó a perder presencia en la ciudad y el recinto redujo su número de eventos.
En 2015, el Congreso de Coahuila aprobó la Ley de Protección y Trato Digno a los Animales, que prohibió las corridas de toros en la entidad. A partir de entonces, la plaza cerró sus puertas y dejó de utilizarse para actividades taurinas.
La última corrida registrada se realizó el 28 de noviembre de 2015. Ese día participaron Jorge Hernández Gárate, los Forcados de Mazatlán, Joselito Adame, Diego Silveti y Fermín Espinosa “Armillita IV”, con toros de las ganaderías Guadiana, San Isidro y Rosas Viejas.
Con esa tarde, el recinto se despidió de una tradición que durante décadas formó parte del calendario social y cultural de Saltillo.
Años de silencio y abandono
Después vino el silencio. Las gradas se cubrieron de polvo y maleza. El ruedo, donde alguna vez se escucharon clarines y aplausos, quedó vacío.
Durante algunos años, el espacio fue utilizado de manera esporádica para conciertos o ferias locales, pero poco a poco cayó en el abandono.
El legado del nombre “Armillita”
El nombre “Armillita” tiene raíces profundas en la historia taurina de México. Rinde homenaje al matador Fermín Espinosa Saucedo, figura clave del toreo nacional, nacido en Saltillo.
La primera Plaza de Toros Armillita fue inaugurada el 13 de marzo de 1949, en un sitio distinto, con una corrida donde participaron Carlos Vera “Cañitas” y Félix Briones, con toros de la ganadería Armillita Hermanos.
Décadas más tarde, el nombre fue retomado para la nueva plaza de 1992 como una forma de preservar la memoria de una dinastía que marcó a varias generaciones.
La plaza también fue punto de encuentro para las peñas taurinas que organizaban convivios y viajes a otras corridas. En cada temporada, los carteles se esperaban con entusiasmo y, en las semanas previas, se hablaba del evento en los cafés del centro, en las redacciones de los periódicos y en los noticieros locales.
Un adiós definitivo
Ahora, tres décadas después, las imágenes del recinto en demolición contrastan con las que llenaron los archivos fotográficos en los años noventa.
Desde fuera se observan los muros derrumbados, el graderío parcialmente destruido y los restos del ruedo cubiertos por montones de tierra. Algunos vecinos comentan que al principio pensaron que se trataba de una remodelación, pero los avances muestran que la demolición es total.
El predio donde se levantaba la plaza será sustituido por Expo Coahuila, un centro de convenciones que busca impulsar la atracción de eventos y congresos, además de fortalecer el turismo de negocios.
El gobierno estatal ha señalado que se pretende crear un espacio moderno, con accesos amplios, tecnología de punta y un diseño adaptable para distintos tipos de espectáculos.
Fin de una era en Saltillo
La Plaza de Toros Fermín Espinosa “Armillita” fue durante años parte del paisaje de la ciudad.
Muchos habitantes la recuerdan como un punto de referencia al pasar por la zona ferial. Otros la asocian con tardes familiares, con las luces encendidas sobre el ruedo y con la música de la banda que marcaba el inicio de cada faena.
Hoy, el lugar donde se escucharon esos acordes comienza a transformarse. La estructura de concreto que alguna vez reunió a miles de personas se desintegra entre el sonido de las máquinas.
En su sitio se construirá un complejo moderno que marcará una nueva etapa para Saltillo, mientras la historia de la “Armillita” quedará guardada en fotografías, en recortes de periódico y en la memoria de quienes la conocieron.
La plaza se va sin ceremonia, sin aplausos, sin clarines. Solo con el eco de lo que fue y con la certeza de que su nombre seguirá apareciendo en las páginas de la historia local, como parte de una ciudad que ha cambiado con el tiempo.
aarp