Cultura

El caleidoscopio de Guadalupe Dueñas

Literatura

Con la publicación de una detallada investigación sobre la autora de ‘Tiene la noche un árbol’, Patricia Rosas Lopátegui continúa su rescate de escritoras mexicanas en la colección Insurrectas.

Guadalupe Dueñas, artífice de la palabra (Gedimex, 2025) con edición, prólogo y notas de Patricia Rosas Lopátegui, es el quinto de los diez que compondrán la colección Insurrectas, proyecto que revalora la literatura escrita por mujeres en el siglo XX y las primeras décadas del XXI; además, sirve como necesario complemento a las Obras completas de la escritora tapatía, publicadas por el FCE en dos ediciones (2017 y 2024) preparadas también por Rosas Lopátegui.

Con elementos biográficos, la estructura caleidoscópica de los volúmenes de Insurrectas contribuye a tener una mejor comprensión de cada autora. En este sentido es importante el texto inicial, “Un caso singular. Biografía inédita de Guadalupe Dueñas”, escrito por la catedrática de la Universidad de Nuevo México, que sitúa a Dueñas como una artista sui generis dentro del panorama literario mexicano, una rara avis que lo ha cruzado remontando sus cumbres más altas, pero que también ha descendido hasta caer en el olvido y el desinterés. Con minuciosidad y paciencia, Lopátegui descubre las diferentes capas del enigma que representan su figura y literatura, comenzando por lo de su fecha de nacimiento: la más aceptada es la del 19 de octubre de 1910 en Guadalajara, Jalisco, que siempre quiso mantener oculta, pero en este nuevo acercamiento a su vida todo parece indicar que la escritora nació en 1907.

Para realizar este trabajo, Rosas Lopátegui recurre en varias ocasiones a los testimonios de los familiares de Dueñas y construye un retrato coral que la presenta desde un ángulo muy cercano. Aborda la formación católica de la escritora, impulsada por su padre, quien había sido seminarista; asentada a su paso por la educación escolar religiosa, la conduce hasta su vínculo con el sacerdote Alfonso Méndez Plancarte, quien fungió como su descubridor literario y en 1954 le publicó sus primeros relatos en Las ratas y otros cuentos, plaquette bajo el sello editorial de la revista Ábside, fundada por él.

Uno de los momentos sobresalientes en su biografía sucede en el año de 1957, cuando lleva algunos libros artesanales con sus cuentos, ilustrados por ella misma, para venderlos en el stand del Fondo de Cultura Económica en una feria del libro. Escritores como Alfonso Reyes, Agustín Yáñez, Emmanuel Carballo y Octavio Paz los compraron y, a partir de entonces, sus cuentos comenzaron a difundirse y su nombre a ser conocido.

A través de la obra seleccionada para este libro, la editora nos muestra los temas e intereses que se prolongan a lo largo de toda la literatura de Dueñas; su habilidad para mezclar los géneros literarios; su cercanía con lo ensayístico, pasando por las meditaciones filosófico-religiosas; la vertiente poética de su escritura, el humor y la autoironía, con frecuentes guiños al lector.

Dueñas ganó el premio José María Vigil con Tiene la noche un árbol (FCE, 1959). Clásico instantáneo de nuestra literatura, su título proviene de unos versos del extenso poema Muerte sin fin, de José Gorostiza: “Tiene la noche un árbol / con frutos de ámbar”. De este libro se incluye el texto “Las ratas”, situado en el ambiente lúgubre de un cementerio; sus descripciones detalladas de la infestación de las ratas provocan temor en el lector ante lo que le podría pasar a su cadáver al ser enterrado y devorado por roedores. Aparece también “Al roce de la sombra”, que puede ubicarse dentro del “gótico mexicano”: escenario de provincia, casona de gran lujo, antigua y suntuosa; personajes rodeados por un halo de misterio y que provoca terror y angustia. En “Historia de Mariquita”, recurre al acervo de su vida al presentar las particularidades con las que su familia enfrentó situaciones como la muerte de su hermana.

Su segundo libro de cuentos, No moriré del todo, fue publicado en 1976 dentro de la Serie del Volador de la editorial Joaquín Mortiz. Al igual que su entrega anterior, el título proviene de un poeta, el latino Horacio, y su frase memorable: “Non omnis moriar”. De este se incluye, entre otros textos, la “Carta a una aprendiz de cuentos”, que utiliza el “Decálogo del perfecto cuentista” de Horacio Quiroga para dar una lección de escritura, desde un punto de vista femenino, enfocándose en aspectos fundamentales del oficio como el narrador, los personajes o la situación.

Los textos provenientes de Imaginaciones, su tercer libro, publicado en 1977 por editorial Jus, son semblanzas y retratos de sus héroes literarios y escritores admirados, escenas en las que refiere la vida y la muerte de estos autores (algunos de ellos, amigos o maestros) a la vez que va trazando su genealogía literaria y revelando su admiración por cada uno de ellos. Ocupa un sitio especial Ramón López Velarde, con quien Dueñas encuentra algunos aspectos en común como la provincia y el catolicismo. Los cuentos pertenecientes a Antes del silencio, publicado en 1991 por el Fondo de Cultura Económica, marcan su retiro prematuro de la escena literaria, pues fallecería en 2002, más de diez años después de darlo a la imprenta.

La búsqueda minuciosa y apasionada de Rosas Lopátegui la llevó a agotar todos los recursos en los que pudiera encontrar algún indicio de la obra de la escritora y a rastrear sus textos hasta los archivos personales, como sucedió con sus poemas. Guadalupe Dueñas comenzó su carrera como poeta, pero no quiso publicar su poesía por consejo de Méndez Plancarte, su mentor y guía espiritual. A pesar de esto, y gracias a la tenacidad de Rosas Lopátegui, hoy contamos con sus poemas, transcritos desde los mismos cuadernos de la escritora y publicados por primera vez en sus Obras completas (y ahora, en este libro), así como con una de las principales aportaciones de Rosas Lopátegui: el cuento “La cita triste”, que no está incluido en ninguno de los libros publicados por Dueñas. (Una versión previa del mismo se presentó en un concurso literario por su hermana menor, María de los Ángeles Dueñas de la Madrid, quien resultó ganadora, por lo que se publicó bajo su nombre en la revista Nuestro Banco en marzo de 1955).

Entre otras cosas que se mencionan en el libro de Rosas Lopátegui, es curioso saber que nació en una cama que perteneció a la emperatriz Carlota, heredada por su tatarabuela, quien había sido ayudante de la emperatriz (esa cama era una de sus pertenencias más preciadas y la conservó durante toda su vida); que vivió durante varios años en una casa que había pertenecido al poeta Xavier Villaurrutia; y que fundó una tertulia literaria a la que asistían autoras como Margarita Michelena, Guadalupe Amor, Emma Godoy y Rosario Castellanos; que contó con la asesoría de Fausto Vega y, posteriormente, de Agustín Yáñez. Se alude a su labor como guionista de más de treinta capítulos de telenovelas para Telesistema Mexicano.

Por otro lado, conocemos su infortunada experiencia durante el sexenio de López Portillo, a finales de los años 70. Fungió como asesora de la hermana del presidente, Margarita López Portillo, quien dirigía la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía, a quien defendió ante las críticas, como podemos observar en una entrevista incluida en esta publicación.

El volumen también incluye la “Correspondencia inédita” de Guadalupe Dueñas, con cartas dirigidas a sus familiares, así como una carta de Agustín Yáñez y una serie de “Entrevistas”. A través de estos diálogos, conocemos los pensamientos de la escritora respecto a temas como la relación de la mujer con la creación artística. Sobre el género del cuento, reconoce el magisterio universal de Guy de Maupassant o William Faulkner, y a Juan José Arreola y Juan Rulfo como los principales renovadores de la cuentística nacional. También leemos lo que pensaba sobre su paso como becaria del Centro Mexicano de Escritores y su relación con Vicente Leñero, Miguel Sabido e Inés Arredondo, quienes eran sus compañeros becarios.

Para guiar al lector a través de su vida, Rosas Lopátegui comparte entrevistas con las sobrinas de la escritora. Recuerdan, por ejemplo, su labor como profesora, su relación con los niños de sus familia, a quienes contaba historias infantiles, que era una gran cocinera, o el amor y admiración que sentía hacia Fausto Vega, su guía literario en su tertulia, a quien dedicó uno de sus textos de Imaginaciones y que aparece tomándola del brazo en una foto.

En la sección “Ante la opinión pública“ encontramos una multiplicidad de acercamientos a su literatura, desde la nota de Emmanuel Carballo para su libro inaugural Las ratas y otros cuentos hasta un soneto de José Emilio Pacheco dedicado a la escritora y las evocaciones de amigos como Vicente Leñero y Gustavo Sainz. También podemos hallar las notas periodísticas sobre su muerte, que parece haber pasado prácticamente desapercibida dentro de la cultura mexicana.

Otro momento clave es la aparición y recepción de sus Obras completas. Desde los textos preparados para la presentación editorial de las Obras completas en el Palacio de Bellas Artes, escritos por autores como Miguel Sabido, María Luisa Mendoza y Silvia Molina, hasta los cuentos, poemas y notas críticas elaboradas por nuevos lectores, que muestran el poderoso influjo que sigue ejerciendo la literatura de Guadalupe Dueñas, esta nueva puesta en circulación de su legado consiguió que, tras décadas de olvido y omisión, se redescubriera y revalorara su importancia.

Rosas Lopátegui cierra el libro con “Guadalupe Dueñas, la del mundo propio”, texto en el que narra el origen de su fascinación por la literatura de la narradora jalisciense, fascinación que la llevó a querer rescatarla y divulgarla. Su relato resulta apasionante y muestra su tesón y determinación para recuperar a una de las escritoras más importantes de la literatura mexicana.

AQ / MCB

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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