Es un hecho incuestionable que la selección de la República Dominicana mostró un nivel de juego, colectivo e individual, sorprendentemente agradable en el duelo que tuvo el sábado pasado ante su similar mexicana en el arranque de la Copa Oro.
Pero estoy de acuerdo con los críticos más serios e independientes que han analizado ese partido: este argumento no debe de bastar, como lo pretenden Javier Aguirre y sus afines, para explicar el magro triunfo de los tricolores, que consiguieron el 3-2 colgándose del travesaño y sufriendo el acoso del rival hasta el último segundo.
El tema principal es lo que deja de hacer o de plano lo que no puede hacer, por que no le alcanza o porque no sabe, cada uno de los integrantes de la Selección Mexicana de Futbol.
Empezando por Javier Aguirre y su cuerpo técnico, en donde sobresale Rafael Márquez. Pareciera que el entrenador nacional no entona ya con los tiempos que corren, en donde domina el tacticismo, la tecnología, el estudio obsesivo de las debilidades del rival y el foco en ver cómo se puede potenciar al máximo con datos y ciencia a los propios jugadores.
En Javier Aguirre impera la chabacanería, el discurso basado más en motivar y lograr el mayor de los compromisos, que se traduce en correr y meter la pierna más que el rival. Pero queda cada día más claro que con eso no basta en el futbol de nuestros días para conseguir grandes logros.
Como sea, ante su próximo rival, el seleccionado de Surinam, el equipo nacional estará obligado a mejorar muchísimo en su desempeño colectivo e individual. Tienen que aparecer, en ofensiva los desbordes por las bandas, las jugadas bien ensayadas que provoquen triangulaciones, la contundencia de sus delanteros, la creatividad de sus mediocampistas… Y en la zona defensiva, las buenas coberturas, la marca sin titubeos ni desconcentraciones.
Lo que se necesita es un desempeño no predecible.
