Cuando realicé el libro Juan Gabriel. Lo que se ve no se pregunta (con textos de escritores y periodistas publicados entre el día de su muerte –28 de agosto de 2016– hasta el 12 de septiembre del mismo año), nadie sabía que el Divo de Juárez dejó videos, fotos, grabaciones y entrevistas a sí mismo que forman el documental dirigido magistralmente por María José Cuevas, Juan Gabriel. Debo, puedo y quiero, de Netflix. Espejo del compositor y cantante cuyo legado sale a luz y brinda pistas de inciertos datos de su vida privada. Se deja entrever que no existe ningún hijo biológico del autor que nació al mundo con el éxito de “No tengo dinero”.
Documental donde él habla consigo siempre, que abraza la soledad, que fue un niño violado, sí, por un sacerdote, que funda una familia –¿se sabrá quiénes son las madres?– y donde Laura Salas explica que ella tuvo un hijo, aparte, que Juan Gabriel hizo suyo. Que uno de los hermanos de Alberto Aguilera prestó su ADN para que apareciera otro hijo, falso, que terminó perdiendo el juicio. Sin decirlo, del documental puede inferirse que el autor decidió morir al negarse a operar del corazón: quería partir y se lo dijo de una u otra forma a la familia que creó, la que no tuvo en su infancia y adolescencia. Familia que lo acompañó hasta el final, junto con el hombre que lo amó por décadas desde que se conocieron en Venezuela: Paco Fernández. Hoy reiteramos lo que se decía recio y quedito: Juan Gabriel era homosexual.
Lo evidente del documental es la vileza con que la prensa de la época satanizaba la vida de Juan Gabriel, de quienes lo traicionaron, usaron su nombre e influencias para sacar raja a esa privacidad que él intentaba preservar. De cómo se levantó del escarnio por ser gay, sin decirlo jamás públicamente. “Lo que se ve no se pregunta”, espetó a un periodista. O de cómo evadió impuestos o llegó a Bellas Artes de la mano de Salinas de Gortari. O de Televisa —que se creía dueña exclusiva de artistas— fue Juan Gabriel quien terminó vetando al “Canal de las estrellas”. Chapó para María José Cuevas, que bordó con talento, intuición y amor. Una obra que abre sombras a una biografía definitiva (¿Olga Wornat, con permiso de Iván, el heredero?)