Entras a la casa marcada con el número 91 de calle Camelia, colonia Florida, sur de la capital, y caminas por una vereda empedrada, hasta llegar a la sala de la itinerante galería Claroscuro, donde exponen imágenes que invitan a la contemplación; unas más que otras, como la del enjuto cadete de piel cobriza que sostiene en su muñeca un águila real mexicana. Parecen mirarse de reojo. Sobre la imagen, de arriba hacia abajo, hay un manuscrito del autor.
El autor es Carlos Lang, diseñador gráfico de profesión y constante viajero alrededor del mundo; presenta tres imágenes de diferentes partes de la metrópoli, son postales de este mexicano que equivalen a ser parte de su equipaje, pues mucho tiempo ha estado ausente de su tierra. Por eso la particularidad y querencia de este autor, quien se distingue por caligrafiar su obra.
Lang es uno de los siete fotógrafos que presentan retratos con motivo de los Se7ecientos años que, de acuerdo al título y logotipo, fue la fundación de México-Tenochtitlán. En esa misma línea, decretada por el oficialismo, han surgido otras exposiciones que tienen como paisajes algunos trozos de capital.
Y estas son apenas un cacho del centro neurálgico, como esos pasajeros apiñados en una escalera eléctrica del subterráneo, junto a la sosegada pareja de enamorados; dos figuras que apenas perciben la mirada, como si se tratara de mundos distantes.
Los retratos, el 99 por ciento en blanco y negro, invitan a meditar, y quizás sea esa la intención de los autores, pues sus imágenes encauzan a ensimismarse, como esa barca con tres navegantes en la quietud del lago, rodeada de sauces y un letrero que se repite: “El agua tiene memoria”.
El curador de Set7ciento es Víctor Martínez, quien explica que la mayoría de los expositores son mexicanos. Solo uno ellos es extranjero, con dos años de vivir en la capital.
En conjunto dan una visión fresca a una metrópoli que ha sufrido cambios.
Empecemos con la obra de René Batista, autor de la figura de un luchador enmascarado y otra del antiguo Juego de la pelota, misma que había que pasar por un pequeño agujero.
En seguida está la obra de Muro, quien además de retratar las falsas pirámides que durante un tiempo estuvieron en la Plaza de la Constitución, también captó una armazón tubular frente a la catedral metropolitana, y aun más:
—Él decide fotografiar la calzada —una tarde lluviosa—donde está una coladera; esas coladeras ya no existen, porque antes se las robaban para fundirlas —agrega Víctor Martínez—. Estas coladeras tienen la imagen de Tláloc y el autor la titula El camino de Tláloc, porque es la vía del agua que desemboca en el inframundo.
Otro fotógrafo, Murat Kemaldar, nacido en Alemania y de padres turcos, es diseñador gráfico de profesión. Hace dos años se integró a una fundación de fotógrafos en esta capital.
Es la visión de un forastero.
—Es la del Metro.
—Tiene imágenes del Metro que, para nosotros, citadinos, son comunes; pero él, como extranjero, tiene una visión diferente. Tiene una imagen muy linda, que es una pareja abrazada, mientras el resto se está moviendo…
Uno más es Alberto Tito Sánchez, fotógrafo mexicano inspirado en el cine mexicano, quien se enfoca a rescatar las tradiciones.
“La imagen que más me gusta de él —opina Víctor— es la que tomó en la calle de Madero, donde aparece un organillero. El organillero está detenido y lo demás en moviendo”.
Y sigue la obra de Carlos Lang, diseñador gráfico y mercadólogo, constante viajero alrededor del mundo. Él se inclina por los símbolos patrios.
—Tiene fotografías bastante interesantes, muy grandes; una es de Xochimilco, pero no es el lado turístico…
—Al fondo…
—Al fondo del canal, donde la gente vive. Es una imagen que pudiera tener hasta cierta reminiscencia del Cine de Oro, como Candelaria, la película. Y él decidió intervenir cada foto, con texto escrito a mano.
Sin contar sus fotos del militar y el águila, lo mismo que el Ángel de la Independencia, las tres intervenidas con manuscritos que rinden homenaje al padre del autor y a la capital.
Semeja un manuscrito antiguo sobre una fotografía con la que te echa a volar la imaginación.
—Y eso le interesaba.
—Él, curiosamente, nació en México, pero vivió muchos años en Estados Unidos.
—Y la tercera imagen.
—Es el Ángel de la Independencia, que hemos visto mucho, pero lo interesante es el texto que viene ahí…
El texto que cubren sus alas inicia así: “No conozco a ningún chilango más orgulloso que mi papá. Tuve la fortuna de haber nacido en el Distrito Federal…”
Y es justo lo que pasa en esta exposición fotográfica, donde se mezcla lo colonial con lo prehispánico y lo contemporáneo, como esa imagen, en medio del bosque, donde están los voladores de Papantla y al fondo los grandes edificios de Reforma y Polanco.