“Vi unas fotos de mi mamá de la secundaria (de su graduación) y pensé que se estaba graduando de la prepa”, se lee en un viejo comentario en X (antes Twitter). Observaciones como esta no son nuevas, de hecho, más de una persona coincide en el mismo punto: los jóvenes de antes se veían mucho más grandes de lo que se ven los de ahora.
Una publicación en Facebook lo confirma. En ella se observaba a cuatro personas de la década de los 80´s , todas de diferentes edades: 17, 18, 31 y 34 años.

“Es que sí había algo turbio en esos años que hacía que los jóvenes envejecieran más rápido. Se les caía el pelo más jóvenes o algo…”, escribió un usuario, quien, como muchas otras personas, intentó explicar el por qué de este fenómeno. Hubo quien lo atribuyó a la contaminación, otro más aseguró que se trataba del estrés.
Víctor Manuel Mendoza Núñez, doctor y gerontólogo con más de 30 años de experiencia en la UNAM, considera que todas (y ninguna), podrían ser la respuesta.
Detrás del cómo se ve envejecer
La forma en que el cuerpo cambia con el tiempo va más allá de la herencia genética, las investigaciones revelan que esta información apenas representa entre el 20 y 25% de la longevidad y el estado de salud.
“Estamos hablando de que un 75-80% no es lo que nos dan nuestros padres, no es lo que ya heredamos”, dice el Dr. Mendoza en una entrevista para MILENIO.
Entonces ¿Qué determina cómo luce el cuerpo pasando los 60 años? La epigenética parece tener la respuesta.
Este campo de estudio es relativamente nuevo y está centrado en los cambios en la actividad de los genes, mismos que, con el paso del tiempo, acumulan daños y mutaciones.
Gracias a las investigaciones se encontró que —independientemente de la herencia— el ambiente y los estilos de vida activan, o en su defecto, apagan cierta información de la carga genética, lo que termina influyendo en el desgaste del cuerpo.
“En el caso de los estilos de vida somos muy simplistas: son los cinco pilares fundamentales para una longevidad saludable, es decir, el ejercicio físico moderado, alimentación saludable, sueño reparador, inclusión social satisfactoria y estimulación cognitiva”, explica el especialista.
En conjunto, ambos factores explican por qué las generaciones actuales lucen más jóvenes que las anteriores.
“Las condiciones de vida han mejorado en términos generales. La alimentación también se ha modificado. El ambiente también es otro”, detalla el Dr. Víctor.
La resiliencia: clave en las células
El estrés —considerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la "epidemia del siglo XXI"— ha contribuido a que algunas personas parezcan más jóvenes o viejas de lo que son, como asegura el investigador Mendoza.
Hace algunos años él y sus colegas realizaron un estudio para medir el estrés oxidativo y comparar la capacidad funcional de los adultos mayores de la Ciudad de México con los de la zona rural de Pachuca, Hidalgo.
Para ello se evaluó si los participantes podían realizar de forma independiente actividades como comer, bañarse o ir al baño. También tomaron en cuenta acciones más complejas como utilizar el transporte, cocinar, ir al mercado, usar el teléfono y la computadora.
Encontraron que la capacidad funcional era significativamente mayor en la capital del país.
“ Y uno dice “Pero ¿Cómo? ¿Qué no se vive mejor en provincia con la tranquilidad?" Resultó que no, porque aquí [en la ciudad] si no logramos esa capacidad funcional, no sobrevivimos. Y eso se llama resiliencia”, explica.
Durante la investigación el doctor confirmó que las condiciones pueden orillar al organismo a echar a andar mecanismos complejos que intervienen en el desgaste y adaptación del cuerpo.
En el año 2002 se publicó un estudio que ejemplifica esto. Se trata de un control realizado a un grupo de investigadores de Biosfera 2 (proyecto de ecosistema autosuficiente). Debido a la falta de alimentos, los especialistas se vieron obligado a restringir su ingesta calórica por más de un año.
Los análisis de sangre a lo largo de este periodo revelaron cambios clínicos importantes: disminuyó su presión arterial hasta un 25% menos, bajó el nivel de azúcar y colesterol en sangre y registraron menos insulina y hormonas tiroideas, según los datos publicados en The Journals of Gerontology.
Resultados similares se han observado en la aplicación del ayuno intermitente en diferentes especies de animales, en las que se ha observado una desaceleración del envejecimiento tras restringir la ingesta de alimentos a un período de 8 horas y ayunar durante las 16 horas restantes cada día.
“Uno podría plantear, de manera muy simplista, que con la restricción calórica uno ahorra el desgaste acumulado que se va dando con el tiempo y de alguna manera se evita que se dé el daño al ADN así como en otro tipo de moléculas”, propone el doctor Mendoza.

¿Viejo? Depende
Desde la antigüedad el envejecimiento se ha asociado con la enfermedad y la pérdida. En 2022 la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció su intención de incluir la “vejez” como un trastorno en su Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE).
Pese a que posteriormente la institución declinó la propuesta, esta etapa de la vida sigue cargando con cierto estigma, mismo que Mendoza, junto con otros gerontólogos y geriatras, buscan cambiar.
“Todas las etapas de la vida tienen ventajas y limitaciones, o sea, hay ganancias y hay pérdidas”, insiste.
Por lo general la vejez, como proceso biológico, comienza alrededor de los 45 años y se caracteriza por una disminución de la respuesta y reserva homeostática, es decir: lo que hace que el cuerpo esté en equilibrio y responda a los estímulos.
La vejez es diferente: se trata del momento en el que un adulto empieza a ser considerado viejo. En México, por ejemplo, es a los 60 años, en Japón es hasta los 65.
“Esto es para fines administrativos y políticos. Entonces, el envejecimiento empieza antes de ser viejo: una persona empieza el proceso de envejecimiento, pero no es viejo. Es viejo hasta que la sociedad se lo dice”
Así, existen dos puntos de referencia para hablar sobre cómo luce el paso del tiempo sobre el cuerpo, lo que explica por qué actualmente algunos consideran que los treintas son los nuevos veintes.
En conclusión, el también profesor repite lo que siempre le dice a sus alumnos y que la película de Interestelar (2014) retrató accidentalmente: el envejecimiento es contextual y temporal. De ahí que la vejez se vea diferente en décadas y lugares distintos.
“Si usted se va a Okinawa, Japón [uno de los países con mayor esperanza de vida en adultos mayores] además del ambiente y el clima, va a adoptar la alimentación, el estilo de vida, entonces todo esto va a impactar en la epigenética”. No hay la menor duda, asegura: parecerá que el tiempo sobre el cuerpo corre de forma distinta.
LHM