El cambio climático dejó de ser una amenaza lejana para convertirse en una realidad que impacta a la salud, la economía y la seguridad ambiental de Jalisco. El calentamiento global ya cobra factura al estado y las proyecciones para las próximas décadas no son alentadoras. Casi un grado centígrado se ha incrementado la temperatura promedio global, y esto ya se refleja en la entidad.
Hermes Ulises Ramírez Sánchez, profesor investigador de la Universidad de Guadalajara, explica que las estimaciones, de acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial, deben basarse en datos de las últimas tres décadas. Es decir, ya alcanzamos el panorama que se advirtió hace años. “Se están dando esos cambios que antes no se percibían porque no se tenía la estadística suficiente”, advierte.
 
	El cambio climático debe afrontarse no solamente desde lo científico, sino también desde lo político y lo social, donde se sufren las consecuencias de no actuar a tiempo ante el aumento de temperatura y los fenómenos meteorológicos que afectan la vida diaria e incluso el bienestar de la ciudadanía.
Regiones más afectadas
La temperatura promedio global subió casi un grado, pero puede ser un rango mayor según la zona y la estación del año. “En algunas zonas ese rango ha aumentado hasta tres grados centígrados”, precisa el académico.
Según sus proyecciones, hacia finales de este siglo los incrementos podrían alcanzar entre 2.5 y seis grados Celsius por encima del promedio de 1990. “Eso es mucha temperatura, porque estamos hablando de promedio; ya si lo manifestamos localmente puede irse a más. En realidad, sí estamos viviendo ya el impacto del cambio climático en nuestra región, ya tenemos evidencias, y lo peor es lo que viene de aquí al futuro”.
 
	De acuerdo con Ramírez Sánchez, las regiones más afectadas en Jalisco son la zona Norte, los Altos, la Zona Metropolitana de Guadalajara y la Costa —especialmente la Norte—. “Son las regiones en las cuales ya hay manifestaciones muy importantes de cambio climático, y no solamente en la temperatura”.
El cambio climático, puntualiza, no se reduce al aumento térmico, sino que altera los patrones de precipitación, la humedad del suelo y la disponibilidad de agua, lo que afecta las actividades agrícolas, pecuarias y turísticas. “Si hablamos de la zona Costa, ahí tenemos una actividad muy importante que es el turismo, que también puede ser muy afectada por esos incrementos que se pueden dar de aquí a finales de siglo”, señala.
De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (Semadet), 2024 fue el año más caliente registrado en los últimos 30 años. La temperatura media anual fue la más alta, y eso lo percibieron también los ciudadanos, según los registros de una encuesta del Instituto de Información Estadística y Geográfica (IIEG).
Pérez Rojas advierte que no se trata solo de calor extremo, sino de una alteración generalizada en los ciclos naturales. “Era un privilegio del planeta tener un clima tan predecible que, gracias a esa estabilidad, crecieron los desarrollos culturales y económicos de la sociedad. Ahora las irregularidades del clima amenazan esa estabilidad: hay más lluvias, temperaturas más altas, periodos agrícolas inestables y más riesgos sanitarios”, explica Gema Isabel Pérez Rojas, directora de Gestión Transversal ante el Cambio Climático de la Semadet.
El agua, el principal reto
Para el académico, el principal reto ambiental que enfrenta Jalisco ante el cambio climático es la disponibilidad de agua. “Va a haber zonas en las cuales no va a llover como solía llover anteriormente, principalmente la zona Norte y la de los Altos, y nosotros sabemos que ahí se produce una cantidad muy importante de huevo, carne de pollo, cerdo y res; si no hay agua, esa productividad se va a ver comprometida”.
Aun cuando Guadalajara sufre inundaciones durante la temporada de lluvias, el problema persiste el resto del año. “Nos inundamos únicamente durante la época de lluvias y por una mala planeación, pero ¿qué sucede en el resto del año? En los meses de febrero, marzo y abril tenemos tandeos de agua porque ha descendido la disponibilidad. Uno de los retos más importantes tiene que ver con eso y con todas las actividades que dependen del vital líquido”, insistió.
 
	Ramírez Sánchez considera que Jalisco no está preparado para enfrentar escenarios prolongados de sequía. “Desafortunadamente no hemos tomado las medidas necesarias; aquí están involucrados los gobiernos, los ciudadanos y las industrias. Yo creo que la política pública que se ha hecho en este estado, primero en cuestión de cambio climático, es mínima, no ha habido una política pública real para tomar acciones concretas”, sostiene.
El experto señala que la gestión integral del agua en Jalisco “no existe”, pues se beneficia a unos cuantos, particularmente a grandes industrias con un importante consumo del líquido que no lo pagan de igual forma que los consumidores comunes. “Deben tomar medidas muy importantes para cambiar este esquema”.
Por otro lado, el agua que llega a los hogares “no tiene la calidad suficiente (…) cualquier ciudadano se puede dar cuenta de que cuando abre la llave tiene agua de todos los colores: amarillas, verdes, grises y hasta color chocolatoso”.
Acciones individuales que suman
Si bien las acciones para el control industrial son fundamentales, las individuales también pueden contribuir a aminorar los efectos negativos, señala el experto. “Hay una frase que dice: ‘acciones locales, efectos globales’, y es muy cierta. Cada uno de nosotros tiene que aportar su granito de arena”.
Como ejemplos, precisa: “Apagar los aparatos eléctricos cuando no los necesitamos; el 80 por ciento de la energía que consumimos en el país viene de termoeléctricas que queman combustibles fósiles. Si desperdiciamos energía, aumentamos el efecto invernadero y el calentamiento global”.
Otra acción simple, dijo, es caminar más y usar menos el automóvil. “Queremos ir a la cuadra por las tortillas en coche, y eso no puede seguir. Si camino, beneficio mi salud y contribuyo a mitigar el cambio climático”.
Lo mismo ocurre con el uso racional del agua. “El agua no llega sola a mi casa; necesito bombearla, consumir electricidad o combustible fósil. Si desperdicio agua, contribuyo otra vez al cambio climático”.
 
	Así, la conciencia individual es clave. “Siempre pensamos: ‘¿por qué lo voy a hacer yo si los demás no lo hacen?’ Creo que eso es un compromiso personal. Si tú contribuyes y logras que tu entorno cercano también lo haga, ya estamos ayudando”.
Impactos en la salud
De no tomarse medidas urgentes, Ramírez Sánchez advierte que los impactos no solo serán ambientales, sino también en la salud pública y la economía. “El cambio climático traerá una gran cantidad de efectos en la salud de la población: cardiovasculares, respiratorios, gastrointestinales y hasta enfermedades mentales como ansiedad, depresión o suicidio”, alertó.
Esto ya es una realidad para Aracely, que cada día, antes de salir de casa, revisa el clima con cautela. “No sabes si sacar un suéter o una ropa un poco más fresca”, dice entre resignación y humor.
Desde hace tres meses vive en la colonia Santa Teresita, en Guadalajara, donde el aire parece más denso que en Oblatos, donde residía antes, y el ruido de los automóviles no cesa. “Incluso en este cambio de vivienda he notado que el ambiente es más pesado”.
 
	Ella padece asma y rinitis alérgica, dos enfermedades respiratorias que se agudizan con los cambios de temperatura y los niveles de contaminación del aire. Su cuerpo ha aprendido a reaccionar ante las estaciones del año y a anticipar cuándo llegará la tos o la dificultad para respirar. “Quiero pensar que es por la cantidad de autos que hay en este lado de la zona centro de la zona metropolitana de Guadalajara; quisiera decir que eso me ha afectado, sin embargo, le adjudico un poco más a las estaciones del año, al clima que se vive ahorita, los cambios bruscos que hemos estado en lluvias y de repente está el calor”, comparte.
Las alteraciones del clima la han obligado a cambiar rutinas y hábitos. Hay días en que no puede salir sin cubrebocas y otros en que las alergias no le permiten concentrarse en sus actividades cotidianas. “Regularmente en invierno es cuando yo padezco más, incluso es cuando más acudo a la sala de urgencias y los mismos médicos o enfermeros mencionan que es un hecho que en esa temporada las personas asmáticas o con rinitis acudan más por las bajas temperaturas”, cuenta.
El invierno es, para ella, una prueba de resistencia; pero la primavera no es menos cruel: el aire se llena de polen y polvo, el cuerpo reacciona con picazón en los ojos, estornudos y congestión nasal. Aunque el asma está controlada gracias a un tratamiento del Seguro Social, las alergias siguen siendo un desafío constante.
Para Aracely, vivir en Guadalajara se ha convertido en un ejercicio de adaptación. Cambiar de colonia no mejoró su condición; al contrario, la expuso a un aire más denso y contaminado. Cada estación del año le recuerda lo frágil que puede ser el acto de respirar y cómo los efectos del cambio climático no son solo cifras o pronósticos, sino sensaciones que se viven en el cuerpo todos los días.
Una política pública transversal
Gema Isabel Pérez Rojas, directora de Gestión Transversal ante el Cambio Climático en la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (Semadet), explica que este primer año de administración ha estado enfocado en la planeación y coordinación de políticas públicas para enfrentar esta crisis global, a través de la Comisión Interinstitucional de Cambio Climático, integrada por diferentes dependencias estatales, en las que se analiza y mapea la información, las metas en común y las acciones que pueden implementarse.
El cambio climático, precisa, no es un problema exclusivo de la Semadet, sino un tema transversal que debe involucrar a todos los sectores. “No solamente tiene que ver con cuidar árboles y reciclar; tiene que ver con salud, migración, economía y bienestar. El cambio climático es mucho más integral y complejo”.
Como resultado del trabajo interinstitucional se desarrollará el Programa Estatal de Acción ante el Cambio Climático, el cual se pondrá próximamente a consulta pública a inicios del siguiente año. “Ya hemos tenido acercamientos con diversos sectores de la sociedad civil, principalmente a través del Consejo Estatal de Cambio Climático, quien ha acompañado este proceso”, señala la funcionaria.
El académico de la UdeG coincide en la necesidad de una política pública integral y transversal. “No es exclusivo de una sola secretaría, tiene que haber colaboración entre todas, porque el cambio climático afecta agricultura, ganadería, transporte, energía, salud, vivienda, es el panorama completo”.
De ahí la importancia de la educación ambiental. “Muchas veces se quieren hacer políticas públicas por decreto y no funcionan así. Primero tengo que informar, después educar y concientizar; todo esto que estamos haciendo ahorita sirve para eso: informar que tenemos problemas y que yo, con mis acciones, puedo hacer que los efectos no sean tan drásticos”, expresa Ramírez Sánchez.
Entre las estrategias impulsadas por la Semadet y otras dependencias destaca la actualización de mapas de cobertura de suelo y la medición de tasas de deforestación, fundamentales para conservar los sumideros de carbono a través de las áreas naturales protegidas.
Además, el sector productivo reportará sus emisiones de gases de efecto invernadero, y la Secretaría de Gestión Integral del Agua implementa sistemas alternativos de captación y abastecimiento en comunidades vulnerables.
El gran desafío ahora, explica, es ampliar la colaboración con la academia, las organizaciones civiles y el sector privado. Además, se requiere hacer estrategias más rápidas y creativas, porque el cambio climático avanza muy acelerado y los procesos de gobierno a veces son lentos. “Debemos ser más eficientes y aprovechar la tecnología para generar información predictiva”, enfatiza.
Adaptarse para sobrevivir
La ventana de tiempo para actuar se está cerrando, reconoce Pérez Rojas. “El Panel Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático nos ha advertido que la brecha para solucionar se está reduciendo”. Y aunque la mitigación es esencial, la adaptación será inevitable. “Aunque dejáramos de emitir gases de efecto invernadero, la misma inercia del clima va a continuar, por eso todos, gobierno, empresas y ciudadanía debemos adaptarnos; todos los sectores somos vulnerables al cambio climático”.
Más allá de bajar las emisiones, hay que adaptarse. “Por eso también la Secretaría de Ciencia y Tecnología impulsa el desarrollo científico orientado a la mitigación y adaptación, con convocatorias para incentivar soluciones innovadoras”.
 
	Incluso dependencias que parecieran ajenas al tema se involucran. “La Secretaría de Administración va a fomentar el uso de energía renovable para las operaciones del gobierno, lo que ayuda directamente a reducir emisiones”.
Respecto a la calidad del aire, la directora detalla que la temporada invernal es la más complicada debido a las condiciones meteorológicas que impiden la dispersión de contaminantes. “El reto principal es el invierno, porque las condiciones climáticas no favorecen la dispersión del aire; también en las épocas de sequía los incendios forestales generan contaminación y gases de efecto invernadero”.
Pérez Rojas asegura que el cambio climático también representa una oportunidad para innovar dentro del gobierno. “Debemos verlo como una oportunidad de innovarnos; las dependencias ya están más abiertas a introducir el tema ambiental en sus finanzas. Por ejemplo, existe el Anexo Transversal de Cambio Climático, donde todas las dependencias presupuestan y transparentan sus acciones en esta materia”.
Para la directora de Gestión Transversal ante el Cambio Climático en la Semadet, el acceso a la información y la transparencia serán claves para lograr esa corresponsabilidad. “El proceso de adaptación es de toda la humanidad, y la corresponsabilidad es de todos”.
MC
 
	 
	